VP23: imaginando el futuro
El futuro siempre se vio más negro que blanco. En 1948, desencantado con la revolución popular, Orwell imaginaba un “1984” donde el Gran Hermano ejercería un control absoluto sobre la población. La realidad le va dando la razón salvo en un detalle, no es un gran dictador quien controla y reprime sino los representantes democráticamente elegidos por poco más de un tercio de una población cada vez más atemorizada e intolerante. El mismo año 1984, la película Brazil insistía en un futuro de pesadilla en el que el terrorismo servirá de excusa para implantar una represión burocratizada.
Pero volvamos a la era dorada de la ciencia ficción. Los 50s y 60s fueron años de prosperidad económica pero también de guerra fría (y caliente). Los mismos cohetes que ponían a un hombre en el espacio, podían llevar una cabeza termonuclear a cualquier punto del planeta. Así es que el futuro se presentaba en forma de holocausto nuclear o de escapada a otros mundos.
Blade Runner (1982) imaginaba un 2019 de viajes espaciales que despegaban de un planeta multirracial, superpoblado y contaminado, por el que pululaban mutantes a los que había que identificar y eliminar. Nuestro mundo se le va pareciendo, aunque no hace falta ir al espacio a buscar mutantes a los que perseguir. Resulta más fácil criminalizar a esta creciente legión de excluidos que tenemos más cerca, por si acaso la pobreza fuera contagiosa. Para profecías pesimistas las de Stanley Kubrick que imaginaba un holocausto nuclear por accidente en Dr Strangelove (“Teléfono rojo” 1964). Y es que quien juega con fuego acaba quemándose.
En “La naranja mecánica” (1971) Kubrick profetizaba otro futuro de jóvenes psicópatas que hacían de la violencia un arte. Las instituciones penitenciarias los reeducarán utilizando terapias aversivas que no son otra cosa que torturas investidas con el rigor científico. -
En “2001, una odisea espacial” (1968) Kubrick imaginaba el encuentro con seres extraterrestres de inteligencia incorpórea. Esos seres superevolucionados eran espíritus bondadosos que ayudarían a la humanidad a superar sus instintos belicosos. Más humanos parecen los marcianos de “Mars Attacks” (1996) de Tim Barton, que se comportarán como terrenales conquistadores, utilizando su superioridad tecnológica para masacrar a los indígenas. -
En “Fahrenheit 451” (1966), la obra de Ray Bradbury en versión de Truffaut, los bomberos del futuro se dedicarán a quemar libros y a arrestar a quienes los poseen. En ese futuro las drogas serán legales y los libros ilegales, considerados como peligrosos estimulantes del cerebro. Los libros convierten a quienes los leen en seres insociables y por consiguiente peligrosos, descreídos que desconfían de la verdad que la televisión impone.
El futuro que nos ha tocado vivir se parece bastante a alguna de estas profecías. La creciente desigualdad social, el éxodo migratorio, el agotamiento de los recursos energéticos y el efecto hivernadero son problemas que amplifican los conflictos que estas profecías predecían: jóvenes frustrados y violentos, recorte de libertades a cuenta de la seguridad nacional (terrorismo) y la salud pública (drogas), intensificación del control mental a través de los media. Para hacer más llevadero este futuro que ya se hace presente aparecen nuevas comunidades. Subculturas cuyos miembros se consuelan compartiendo aficiones e intereses comunes. Subculturas conectadas a través de Internet, ese ente que ningún profeta de la ciencia ficción predijo.
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