domingo, abril 30, 2006

VP24: El poder de la música





Evolución de genes, música e ideas

El poder es la voluntad extendida más allá del individuo. Como metáfora se puede decir que todos los seres vivos tienen poder en mayor o menor medida, pues interactúan con su entorno, lo colonizan y lo modifican. Otras estructuras aparentemente inanimadas, también exhiben poder replicándose y colonizando su entorno. Estructuras de información como los genes que llevan dos mil millones de años extendiendo sus dominios sobre la Tierra.

Este continuo de replicación y mutación genética es la base de la evolución biológica, y cuando ésta llega a cierto punto, se produce un salto cualitativo y aparecen seres vivos con complejos sistemas nerviosos diseñados para dar respuesta inmediata a los estímulos del entorno.







En el ser humano estos cerebros interactúan los unos con los otros, y estas interconexiones son el sustrato para el crecimiento de nuevas estructuras de información: las ideas.


Estas estructuras de información son capaces de evolucionar reproduciéndose, recombinándose y mutando. Las ideas se codifican y transmiten a través de secuencias de sonidos ordenados: el lenguaje. Las palabras representan objetos y conceptos y se agrupan formando estructuras de información que obedecen reglas de significado.



Pero las ideas no son las únicas estructuras de información que se reproducen en la red de cerebros. Si las ideas se transmiten a través de una secuencia de sonidos ordenados según sus propias reglas del significado (= lenguaje), hay otras estructuras de información que también se transmiten en secuencias de sonidos estructurados según otras reglas de significado; la música.



Pájaros y cetáceos comunican estados de ánimo mediante sonidos que se pueden calificar como cantos, evidenciando que en la evolución antes fue la música que el lenguaje. También el ser humano se comunicó antes con la música que con el lenguaje.


http://www.xtec.es/~cmiro12/articles/mithen.htm

En una simplificación se podría decir que el lenguaje transmite razones mientras que la música transmite emociones. Y es que en la evolución surgió primero el cerebro emocional y después, construido encima, el cerebro racional. La razón se construye sobre la emoción, y no puede haber pensamiento racional desconectado de las emociones.

http://shortlink.co.uk/83d

Experimentamos emociones (miedo, alegría, tristeza) cuando nuestra mente percibe la respuesta corporal a estímulos o recuerdos con carga emocional. Así por ejemplo, pulso y respiración acelerados son respuestas corporales comunes a emociones intensas como el pánico o la euforia.

La emoción de la música

Pero la división entre lenguaje racional y música emocional es difusa. En la poesía las palabras suenan musicales despertando emociones. Por el contrario, la música conceptual necesita un “manual de instrucciones” para ser inteligible. De todas las músicas, la de baile es la que despierta emociones más intensas, de euforia y de sentido comunal. La música de baile es música que se escucha con todo el cuerpo; nos hace bailar.

Por el contrario la música de auditorio se escucha desde el reposo de la butaca y si despierta emociones, éstas serán contenidas, reservadas, socialmente aceptables y hasta cierto punto fingidas.

Nuestra sociedad se organiza en jerarquías y en ella la elite dirigente estimula la “reproducción” de las ideas que más le favorecen, básicamente aquellas que perpetúan las relaciones de poder.
En este sentido, la música es un medio de control mental menos eficiente que las ideas. Y la menos provechosa de todas resulta ser la música de baile. Por que la música de baile despierta la euforia que es la emoción de sentirse uno y a la vez parte del todo. Es el éxtasis colectivo, por que “ekstasis” en griego significa “estar fuera de uno mismo”, liberado de las convenciones sociales, liberado de las pautas y comportamientos que sostienen las relaciones de poder. La música de baile, el house y el techno, son músicas “para salirse fuera”, o dicho de forma coloquial; para “ponerse del revés”. Es esa falta de contención lo que despierta las suspicacias del poder.

La música que moviliza


Hace medio siglo otro género de música de baile, el rock & roll, también despertó reacciones adversas. A principios de los 50s en los EE UU los negros vivían separados de los blancos. Cada grupo racial había desarrollado su propia música de baile, los blancos el country y los negros el swing en su última expresión; el "rhythm & blues". En un país segregado las ondas de radio traspasaban las barreras raciales.

Alan Freed, joven dj de una emisora para blancos, consciente del éxito de la música negra entre sus jóvenes oyentes, decidió programar medio a escondidas y en horario nocturno rhythm & blues al que bautizó con la etiqueta “rock & roll”. El éxito fue fulminante y Alan Freed empezó a programar festivales de rock & roll en grandes estadios, festivales a los que acudían miles de jóvenes blancos con ganas de bailar.

Para los más conservadores, aquella música suponía una amenaza al statu quo segregacionista en el que los negros ocupaban el estrato social más bajo. Fue en el Boston Arena (1958), cuando una violenta intervención policial contra jóvenes que asistían al festival, fue transmitida y criticada en directo por Alan Freed. Esto le costó una denuncia policial por promover desordenes públicos y el despido de la emisora para la que trabajaba. Posteriormente una investigación policial encontró supuestos pagos ilegales de las compañías discográficas. Alan Freed pago un alto precio por su osadía y el rock & roll fue criminalizado.

Pero esta música acabará siendo la música más escuchada tras "blanquearse", sacrificando el componente africano más bailable en beneficio de un discurso cantado. Así nació el rock, como fusión de rock & roll negro y folk blanco. El rock es una música más ajustada a la tradición occidental, música más melódica y discursiva, con mensaje para ser escuchado en concierto y no tanto para ser bailado.

Hoy en día parece producirse un fenómeno parecido con la música dance. El techno y el house, para salir del gueto y para acercarse al gusto dominante, abandonan su componentes más extático. Se fusionan con el rock y el pop y se vuelven melódicos y discursivos. O devienen mínimal, abandonando la carnalidad de los graves profundos, las líneas de bajos, bombos, ritmos frenéticos y efectos impactantes.

El sonido Voltech evoluciona sin perder su esencia de música de baile. Se trata de provocar estados alternativos de conciencia, éxtasis en el que el baile impulsa un sentido colectivo integrador que disuelve identidades.

¿Por qué bailamos?


Pero volviendo al tema central de este ensayo, el antropólogo John Blacking encuentra una respuesta convincente a la cuestión de cual es el poder de la música.

http://sapir.ukc.ac.uk/QUB/Introduction/I_Blacking.html

Estudiando a los venda, tribu sudafricana con dotes musicales, dedujo que la música NO es un lujo prescindible. El grupo para sobrevivir necesita reproducirse, cooperar y explorar. Estas son tareas productivas en las que los miembros de la tribu exploran y explotan su entorno. Pero esta explotación del medio ambiente, para que sea sostenible debe hacerse con contención. En los necesarios periodos de descanso, los miembros del grupo se entregan a la música y el baile.

El baile es un elemento de cohesión, de exploración compartida y de amor comunal. Esas funciones sociales de cooperación, exploración y amor son esenciales para la supervivencia del grupo, y es necesario mantenerlas incluso cuando no existe la presión por la supervivencia. Así la música actúa cohesionando al grupo en los momentos de ocio, cuando la presión de las necesidades productivas se relaja. Este es el poder de la música de baile, cohesionar al grupo cuando por imperativos ecológicos las necesidades de producción se han de relajar. Con el agotamiento de recursos energéticos y el recalentamiento del planeta, las autoridades mundiales debieran aprender de esas tribus que llevan miles de años en armonía con su medio ambiente.

La expansión de la música electrónica de baile por todo el mundo no es un síntoma de decadencia global que deba reprimirse o tolerarse de mala gana. La música electrónica de baile es ocio compartido, y en este sentido es tan necesaria para la supervivencia de la aldea global como lo pueda ser la propia actividad productiva.

En la novela “Ecstasy”, de Irvine Welsh, ambientada en la cultura hedonista del house y el éxtasis del Reino Unido, donde el gobierno conservador se decidió a reprimirla con inquina, Lloyd decía:

“El dinero para copas y para drogas no es un lujo. Es jodidamente necesario (...) Por que somos animales de mierda, sociales y colectivos y necesitamos estar juntos y divertirnos. En esto consiste estar vivo. Es nuestro derecho. Este gobierno nos da por el culo por que son yonkis del poder, son incapaces de pasar un buen rato. Por eso quieren que todos los demás se sientan culpables, se queden en sus niditos y dediquen sus inútiles vidas a incubar para el Estado a la siguiente generación de obreros, soldados o parados.”

Con ese resentimiento lo expresaba Lloyd, pero dicho de modo más amable, la música electrónica de baile puede reconciliar al género humano consigo mismo y con el planeta que lo contiene. Éste es “El Poder De La Música” que vamos a celebrar el domingo 30 de Abril en la sala Mephisto C/Roc Boronat 33 Poble Nou, BCN, en la VoltechParty24.


sábado, abril 01, 2006

VP23: imaginando el futuro

¿Es este el mundo que imaginábamos? Cambio climático. Emigración ilegal. Vivienda inaccesible. Terrorismo. Escasez energética. Guerras mentirosas. Ordenanzas para el civismo que desatan el incivismo. Prohibido mendigar. Prohibido beber. Prohibido hacer la calle ¿Prohibido divertirse? Tiempos difíciles para la libertad.




El futuro siempre se vio más negro que blanco. En 1948, desencantado con la revolución popular, Orwell imaginaba un “1984” donde el Gran Hermano ejercería un control absoluto sobre la población. La realidad le va dando la razón salvo en un detalle, no es un gran dictador quien controla y reprime sino los representantes democráticamente elegidos por poco más de un tercio de una población cada vez más atemorizada e intolerante. El mismo año 1984, la película Brazil insistía en un futuro de pesadilla en el que el terrorismo servirá de excusa para implantar una represión burocratizada.


Pero volvamos a la era dorada de la ciencia ficción. Los 50s y 60s fueron años de prosperidad económica pero también de guerra fría (y caliente). Los mismos cohetes que ponían a un hombre en el espacio, podían llevar una cabeza termonuclear a cualquier punto del planeta. Así es que el futuro se presentaba en forma de holocausto nuclear o de escapada a otros mundos.


Blade Runner (1982) imaginaba un 2019 de viajes espaciales que despegaban de un planeta multirracial, superpoblado y contaminado, por el que pululaban mutantes a los que había que identificar y eliminar. Nuestro mundo se le va pareciendo, aunque no hace falta ir al espacio a buscar mutantes a los que perseguir. Resulta más fácil criminalizar a esta creciente legión de excluidos que tenemos más cerca, por si acaso la pobreza fuera contagiosa. Para profecías pesimistas las de Stanley Kubrick que imaginaba un holocausto nuclear por accidente en Dr Strangelove (“Teléfono rojo” 1964). Y es que quien juega con fuego acaba quemándose.
En “La naranja mecánica” (1971) Kubrick profetizaba otro futuro de jóvenes psicópatas que hacían de la violencia un arte. Las instituciones penitenciarias los reeducarán utilizando terapias aversivas que no son otra cosa que torturas investidas con el rigor científico. -

En “2001, una odisea espacial” (1968) Kubrick imaginaba el encuentro con seres extraterrestres de inteligencia incorpórea. Esos seres superevolucionados eran espíritus bondadosos que ayudarían a la humanidad a superar sus instintos belicosos. Más humanos parecen los marcianos de “Mars Attacks” (1996) de Tim Barton, que se comportarán como terrenales conquistadores, utilizando su superioridad tecnológica para masacrar a los indígenas. -

En “Fahrenheit 451” (1966), la obra de Ray Bradbury en versión de Truffaut, los bomberos del futuro se dedicarán a quemar libros y a arrestar a quienes los poseen. En ese futuro las drogas serán legales y los libros ilegales, considerados como peligrosos estimulantes del cerebro. Los libros convierten a quienes los leen en seres insociables y por consiguiente peligrosos, descreídos que desconfían de la verdad que la televisión impone.

El futuro que nos ha tocado vivir se parece bastante a alguna de estas profecías. La creciente desigualdad social, el éxodo migratorio, el agotamiento de los recursos energéticos y el efecto hivernadero son problemas que amplifican los conflictos que estas profecías predecían: jóvenes frustrados y violentos, recorte de libertades a cuenta de la seguridad nacional (terrorismo) y la salud pública (drogas), intensificación del control mental a través de los media. Para hacer más llevadero este futuro que ya se hace presente aparecen nuevas comunidades. Subculturas cuyos miembros se consuelan compartiendo aficiones e intereses comunes. Subculturas conectadas a través de Internet, ese ente que ningún profeta de la ciencia ficción predijo.

Las experiencias de catarsis colectiva a través de la música electrónica de baile aglutinan una de estas subculturas. El clan Voltech se reunirá el próximo sábado 1 de abril en la VoltechParty 23, en la sala K-Oba de Badalona, para materializar el mejor futuro posible. Un futuro de diversión y alegría compartida.